Casi una semana después (tampoco hay que exagerar, fue el pasado viernes) de ver la película me dispongo por fin a escribir sobre ella. Lo cierto es que solo me inspiro para hacerlo con las películas que me inspiran (lo cual, aparte de una frase trampa, es bastante lío) y tal el hecho de que, al llegar de verla, no viniera corriendo a escribir en este blog es una buena muestra de mi opinión sobre la película.
Pero no es que no me gustara. Clint Eastwood, según mi opinión, no tiene películas malas. Puede que haya dirigido algún film mediocre. Puede que no todas sus películas sean obras maestras, como Sin Perdón. Pero eso no quiere decir que, de las películas que llegan actualmente al cine, decidir ir a ver una de Eastwood sea una apuesta normalmente segura de que no te sentirás estafado. Y J. Edgar no es una excepción.
Si bien, igual que me ha pasado este año con La Dama de Hierro, no ha conseguido colmar mis expectativas. Puede que fueran demasiado grandes, o puede que ya tengamos la idea de que todos los biopics van a ser ya, de entrada, interesantes. El hecho de que no sea asi no deja de reafirmar que películas como El discurso del rey, de un visionado entretenido de principio a fin, tienen un gran mérito al convertirse en grandes películas.
Si bien, igual que me ha pasado este año con La Dama de Hierro, no ha conseguido colmar mis expectativas. Puede que fueran demasiado grandes, o puede que ya tengamos la idea de que todos los biopics van a ser ya, de entrada, interesantes. El hecho de que no sea asi no deja de reafirmar que películas como El discurso del rey, de un visionado entretenido de principio a fin, tienen un gran mérito al convertirse en grandes películas.