sábado, 15 de diciembre de 2012

El Retrato de Dorian Gray. El ideal de la belleza

Escribir sobre literatura es más dificil que escribir sobre cualquier otra cosa, porque la literatura no goza tan plenamente de la abstracción que caracteriza al resto de las artes, y en muchas ocasiones realiza análisis muy profundos de las circunstancias que envuelven al ser humano.

Pero como dije en mi anterior post, mi capacidad de análisis no es la de un crítico, sino la de una admiradora, por cuanto solo escribo sobre lo que me atrae y creo digno de mención, por si algún desprevenido quiere leer alguna vez este blog y puedo indicar algún buen trabajo, si es que eso esta en mi mano.

El Retrato de Dorian Gray ha sido una de esas obras que llega a ti prematuramente, lees y te fascina, pero que va más allá de lo que puedes entender en ese momento, y sin embargo causa tal impresión que al releerla descubres que puede que te haya influido más de lo que has llegado a comprender.

La primera vez que cayó en mis manos tenía yo apenas 14 años, y fue la puerta de entrada a la novela gótica inglesa (incluida dentro del Romanticismo), predecesora para mí por tanto de obras como Drácula o Frankestein (esta ultima una de mis novelas favoritas, si no mi novela favorita).

Como digo, la complejidad de la novela es mayor de lo que puede aparentar, en cuanto que toca temas que van mucho más allá de la falta de moral, para adentrarse en disquisiciones también sobre el arte y la belleza, y sobre la influencia de los convencionalismos (y las relaciones humanas en general) en la conciencia individual de una persona.


Estos tres son, sin duda, los temas principales, unidos en la persona del protagonista que da titulo al libro. Dorian Gray, emblema de la belleza, se ve "despertado" por el cínico Lord Henry mientras posaba para Basil, pintor cuya obra  será causante de la separación del alma del joven, que quedará encerrado en su retrato, de forma que su juventud y belleza quedan incolumnes a lo largo del tiempo, mientras el cuadro sufre las deformaciones que causan en dicha belleza la comisión de actos inmorales, normalmente alentados por las palabras de Lord Henry, si no por el simple desarrollo de la personalidad de Dorian tras escuchar las disquisiciones y teorias del primero y reflexionar sobre ellas.

Siguiendo la evolución de Dorian vemos como la conciencia, inducida por Lord Henry, de su propia belleza y su fugacidad hacen nacer en él el deseo de no perderla nunca e incluso suplicar que sea el cuadro el que envejezca por él. Pero no solo el tiempo hace marchitar la belleza, y Dorian es consciente de que su ruego se ha convertido en realidad tras realizar, por la influencia de sus amigos y su propia vanidad, el primer acto de crueldad que da lugar a fatales consecuencias. Sin embargo, en cuanto conoce de la respuesta a su petición, se adentra en la experimentación de los placeres de la vida, placeres que consigue sin pensar mucho en los medios que utiliza para alcanzarlos, lo que trae fatales consecuencias para el resto, pero no para él, en cuanto a que el cuadro es el objeto que absorbe los frutos de sus actos.

La complejidad de la novela no resulta en ningún momento excesivamente abstracta, como tampoco aburrida o tediosa. Wilde, vívido genio de su época, y escritor capaz de expresar con asombrosa facilidad de comunicación cualquier idea, se encarga de ello.

No es una novela moralista, ni es una novela inmoral (aunque tal novel inmoral de todos modos, como explica Wilde en su prefacio, no puede existir). El gran atractivo de la misma es que expresa e insinua diversas teorias sobre los temas principales de los que habla. Pero no invoca la verdad absoluta (salvo desde los labios de Lord Henry, aunque este en numerosas ocasiones se equivoca, como al afirmar que sabe que Dorian no es capaz de ningun crimen), sino que deja el ejemplo y la teoria para que cada uno saque sus propias conclusiones. Y ese es un gran mérito, atractivo y virtud de la novela. Imprescindible, por tanto. Altamente recomendable.

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