Antes de ir al cine, hablaba con la persona que me acompañaba sobre el argumento de la película. Intentando explicárselo, me pregunto si era comedia o drama. Tras explicárselo y decirle que era un poco de una cosa y otro de otra, me contesto que entonces era la vida misma. Tras verla, no puedo estar más de acuerdo.
Los descendientes nos cuenta la historia de un hombre, un abogado que vive en Hawaii, descendiente de una de las familias más poderosas del archipielago. Esto da lugar a uno de los arcos argumentales en los que se ve inmerso el protagonista. Su familia debe vender un terreno que tienen en común muchos primos en régimen fideusorio. Él es el administrador principal, y por tanto, el que tiene la última palabra sobre si se vende o no.
Además, este hombre tiene una familia, una mujer que tiene un accidente y se encuentra en coma irreversible, la cual había dejado un testamento vital por el que decidía que, llegado el caso, se desconectara de las maquinas que le mantenían con esa vida artificial. La necesidad y obligación por parte de nuestro protagonista de decírselo a sus amigos y familiares es el segundo arco argumental.Y el tercero es la revelación de que su mujer le ha estado siendo infiel. Revelación proveniente de su hija mayor, a la que cuesta perdonar a su madre y que, como la hija pequeña, esta muy alejada de su padre. La obsesión por conocer la identidad y después la historia que ha unido a ese hombre con su mujer, en un momento tan duro para él es lo que termina por relacionar los tres arcos argumentales, haciendo un fiel retrato de una persona en base a sus decisiones y acciones en un momento tan trascendental en su vida.
La película es deliciosa. Los paisajes de Hawaii ayudan, no haciendo de la película un simple publireportaje del entorno como harían otras películas con este paisaje tan exótico, sino conformando un marco ideal para encauzar la historia, y también dotarla de contrastes. La belleza de los parajes es un ejemplo más de que, en el fondo, la vida es tan azarosa como magnifica.
La empatía es fácil de sentir por los protagonistas. Desde un Martin King (George Clooney excepcional, brillante, nunca había actuado tan bien y resultado tan simpático y cercano) con el que empatizas durante toda la historia, con cada paso que da con el fin de convertirse en el hombre que quiere ser, y unas hijas, tanto la pequeña como la mayor, tan cercanas y reales que no puedes más que entenderlas y comprender su amor por su madre, y su ternura por su padre, más allá del alejamiento que existía al principio y que termina según los tres (junto con el amigo de Alexandra, un gran contrapeso cómico pero total y absolutamente realista) van avanzando y aceptando el duro momento que les ha deparado la vida.
Sin duda, para mí, es de momento la película de 2011. Porque hace lo que deberían hacer las películas: sin caer en sentimentalismos y sin caer en demasiada crudeza, contar historias con las que empaticemos y nos enseñen que cada cual sobrelleva la vida y disfruta de ella como puede. Pero que, en el fondo, siempre es maravillosa, por muchas pruebas que nos imponga.
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